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This Week's Reflection| 

The feast of the Epiphany is a symbol of the universality of the Gospel. Epiphany means manifestation. If the Lord did not manifest himself, his Incarnation would not have come to mankind. The Incarnation is so closely related to the Epiphany or manifestation that for three centuries the Church celebrated the Birth in Bethlehem and the manifestation to the Magi on the night of January 5-6. From the 4th century onwards, the feasts were divided into two and the first was moved to December 25. The manifestation of God in Jesus has a universal scope, it is intended for all human beings. In this sense, it is interesting that tradition has interpreted that these Magi (probably astronomers) came from the three continents then known: Africa, Asia, and Europe. The black magician always appears. In the kingdom of Jesus Christ, there is no distinction based on race or origin, there are no national, social, or racial differences. We are all children of the same Father. Jesus Christ unites all peoples and all persons, without losing the richness of their variety.

 

The Magi are a retrojection of something that will only happen after the resurrection of Christ, namely, that the Gospel will be welcomed by non-Jews, in line with Jesus' last recommendation to his disciples: “Go into the whole world, announce the Gospel to all nations, not only in Jerusalem but also to the ends of the earth.” The Magi are those who come from the ends of the earth to adore the child, the Magi are strangers to the Jewish people, those who are not of the race of the child, those who are far away. For them too, the son of Mary was born. And the good news of the Gospel must reach them too.

 

The Gospel is for all human beings, it has a universal scope, because Christ is what, without knowing it, we all seek, since he “is the beginning and model of that renewed humanity to which all aspire, full of fraternal love, sincerity and peace” (Vatican II). From this perspective, the Magi who seek Christ represent humanity in search of peace, truth and justice. They represent the deep longing of the human spirit, the march of religions, science and human reason towards Christ.

 

The evangelist ends his story by noting that, once the Magi have met Christ, “they returned to their country by another road.” Spiritual reading: if you have met Christ, you will return to your home, to your work, to your occupations, but it will no longer be the same. You will return in another way, by another path, with a new heart and spirit.

 

Fray Martín Gelabert Ballester.

La fiesta de la Epifanía es un símbolo de la universalidad del Evangelio. Epifanía quiere decir manifestación. Si el Señor no se manifestase, su Encarnación no habría llegado a los hombres. Hasta tal punto está relacionada la Encarnación con la Epifanía o manifestación, que durante tres siglos la Iglesia estuvo celebrando en la noche del cinco al seis de enero el Nacimiento en Belén y la manifestación a los magos. A partir del siglo IV se desdoblaron las fiestas y la primera se trasladó al 25 de diciembre. Pues bien, la manifestación de Dios en Jesús tiene un alcance universal, está destinada a todos los seres humanos. En este sentido resulta interesante que la tradición haya interpretado que estos magos (probablemente unos astrónomos) procedían de los tres continentes entonces conocidos: África, Asía y Europa. El mago negro aparece siempre. En el reino de Jesucristo no hay distinción por la raza o por el origen, no hay diferencias nacionales, ni sociales, ni raciales. Todos somos hijos del mismo Padre. Jesucristo une a todos los pueblos y a todas las personas, sin perder la riqueza de su variedad.

 

Los Magos son una retroproyección de algo que sólo ocurrirá después de la resurrección de Cristo, a saber, que el evangelio será acogido por los no judíos, en línea con la última recomendación de Jesús a sus discípulos: “id al mundo entero, anunciad el evangelio a todas las gentes, no sólo en Jerusalén, sino también hasta los confines de la tierra”. Los Magos son aquellos que vienen de los confines de la tierra a adorar al niño, los magos son los extraños al pueblo judío, los que no son de la raza del niño, los alejados. También para ellos ha nacido el hijo de María. Y también a ellos debe llegar la buena noticia del Evangelio.

 

El Evangelio es para todos los seres humanos, tiene un alcance universal, porque Cristo es lo que, sin saberlo, todos buscamos, ya que él “es principio y modelo de esa humanidad renovada a la que todos aspiran, llena de amor fraterno, de sinceridad y de paz” (Vaticano II). Desde esta perspectiva, los magos que buscan a Cristo representan a la humanidad en búsqueda de paz, verdad y justicia. Representan el anhelo profundo del espíritu humano, la marcha de las religiones, de la ciencia y de la razón humana al encuentro de Cristo.

El evangelista termina su relato notando que, una vez que los magos se han encontrado con Cristo, “regresaron a su país por otro camino”. Lectura espiritual: si tú te has encontrado con Cristo, volverás a tu casa, a tu trabajo, a tus ocupaciones, pero ya no será lo mismo. Volverás de otra manera, por otro camino, con un corazón y un espíritu nuevo.

 

Fray Martín Gelabert Ballester.

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